Fortalezas y sombras: conocerte de verdad es abrazar ambas partes

Un viaje de integración personal para alcanzar tu plenitud.

Cuando pensamos en crecer, en sanar, en mejorar, es fácil mirar solo hacia nuestras fortalezas: lo que hacemos bien, lo que se nos da, nuestras capacidades. Y está bien. Reconocer lo bueno en uno mismo es importante. Pero hay una parte de nosotros que a menudo dejamos fuera, como si no formara parte del conjunto: **la sombra**.

La sombra no es “lo malo”. No es lo que hay que eliminar. Es todo aquello que hemos escondido, negado o rechazado de nosotros mismos porque en algún momento aprendimos que no debía estar ahí.

Pero lo está. Y seguir ignorándolo no lo hace desaparecer. Solo hace que salga cuando menos lo esperamos, o de formas que no comprendemos.

Lo que escondemos también habla de nosotros

Nuestra sombra puede incluir emociones que nos incomodan (envidia, rabia, deseo), pensamientos que nos asustan, recuerdos que preferimos no mirar, o incluso partes de nuestra personalidad que reprimimos por miedo a no encajar: nuestra sensibilidad, nuestra necesidad de control, nuestras contradicciones.

Todos tenemos una sombra. No por ser personas “rotas”, sino por ser personas humanas.

Y negarla, ocultarla o luchar contra ella solo alimenta el conflicto interno. En cambio, empezar a conocerla, a ponerle nombre y rostro, es una forma poderosa de integrarnos y crecer.

¿Y cómo se hace eso?

No se trata de dar rienda suelta a todo lo que sentimos sin freno, ni de justificar cualquier impulso. Se trata de poder decirnos: **“Sí, siento esto. Sí, me incomoda. Y aun así, sigo siendo valioso.”**

La aceptación no implica actuar desde ahí, sino reconocer que eso también está en mí.

**Ejemplo**: puedo sentir envidia y, en lugar de culparme o negarlo, puedo preguntarme qué deseo insatisfecho hay detrás. Puedo notar rabia y, en lugar de explotar o reprimirla, puedo darme un espacio para entender qué límite se ha vulnerado.

Eso es gestionar la sombra: dar espacio, sin dejarnos arrastrar. Nombrarla, sin juzgarla. Mirarla de frente, con honestidad.

Tus fortalezas también necesitan espacio

A veces, curiosamente, también nos cuesta aceptar nuestras fortalezas. Decir _“soy bueno en esto”_, _“me reconozco esta capacidad”_, _“me siento orgulloso de lo que logré”_ puede generar pudor, miedo a parecer arrogante o incluso incomodidad.

Pero crecer implica abrazar tanto lo que me cuesta como lo que se me da bien. Porque tus recursos también son parte de ti, y al negarlos, te estás quitando fuerza.

Potenciar tus fortalezas no es presumir. Es apoyarte en lo que ya sabes hacer, en lo que ya forma parte de ti, para afrontar lo que aún estás aprendiendo.

Darnos permiso para sentir (todo)

No podemos elegir lo que sentimos. Pero sí podemos elegir cómo nos relacionamos con lo que sentimos.

Darte permiso para sentir tristeza no te convierte en una persona débil. Darte permiso para sentir rabia no te hace una mala persona. Darte permiso para sentir miedo no te hace menos valiente.

Y darte permiso para disfrutar, para brillar, para ser tú… tampoco debería darte vergüenza.

No se trata de identificarse con cada emoción o pensamiento como si definieran tu identidad, sino de observarlos pasar, como nubes en el cielo. Son parte del paisaje, pero no eres tú entero.

Integrarte es empezar a estar en paz contigo

Hay una frase que a veces usamos en consulta: **“Todo lo que niegas te somete. Todo lo que aceptas te transforma.”**

Aceptar tu sombra no es resignarte a ella. Es reconocerla, comprenderla y decidir desde ahí qué quieres hacer con eso. Aceptar tus fortalezas no es creerte mejor que nadie. Es empezar a usarlas a tu favor.

Y aceptarte entero, con luces y con sombra, con todo lo que eres y todo lo que aún estás comprendiendo… puede ser uno de los actos más valientes y más sanadores que puedes hacer por ti.

¿Necesitas apoyo profesional?

Si este artículo te ha resonado y sientes que es el momento de profundizar en tu crecimiento personal, estoy aquí para escucharte y ayudarte.

Agenda una consulta
Álvaro Capella

Álvaro Capella

Psicólogo Sanitario

Especializado en terapia cognitivo-conductual para adultos. Mi enfoque se centra en proporcionar herramientas prácticas y basadas en evidencia para mejorar el bienestar emocional de mis pacientes.