Clarificando tus valores personales
Guía para alinear tu vida con lo que realmente importa.
En muchas ocasiones nos sentimos perdidos sin saber muy bien por qué. No es que haya una crisis enorme delante, pero algo dentro se agita. Puede que estemos tomando decisiones importantes, enfrentando una ruptura, un cambio laboral o simplemente notando que vamos en piloto automático. Y entonces aparece la pregunta: ¿esto que estoy haciendo… realmente es lo que quiero?
Ahí es donde entran los valores personales. No como algo abstracto o filosófico, sino como una especie de brújula interna que puede ayudarnos a orientarnos cuando el mapa se nos ha quedado obsoleto.
¿Qué son los valores?
Los valores no son metas, no son objetivos que se alcanzan y ya está. Un valor no es “comprarme una casa” o “tener una relación perfecta”. Un valor es lo que da sentido a esos objetivos: quizás el deseo de estabilidad, la necesidad de compartir, el anhelo de crecer, o el compromiso con la honestidad.
En Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), se entiende que los valores son direcciones vitales: no se terminan nunca, como ir hacia el norte. Puedes caminar hacia ellos toda la vida, tomar descansos, desviarte... pero si sabes hacia dónde te quieres dirigir, es más fácil tomar decisiones incluso cuando no tienes claro el destino final.
Cómo nos influyen en la toma de decisiones
Cuando no tenemos claros nuestros valores, nuestras decisiones se vuelven reactivas. Respondemos a lo urgente, a lo que esperan de nosotros, o a lo que nos genera menos incomodidad en el momento. Pero eso no siempre nos lleva a una vida plena. De hecho, muchas veces ese modo de decidir nos aleja de nosotros mismos, aunque momentáneamente nos “resuelva” un problema.
Tener claro lo que valoramos no elimina el malestar, pero sí nos permite atravesarlo con mayor sentido. Si yo valoro la autenticidad, puede que tener una conversación difícil sea incómodo, pero también puede ser coherente conmigo. Y esa coherencia da paz.
No saber qué valoramos es como caminar con los zapatos de otro. Puede que nos lleven lejos, pero no necesariamente a donde queremos ir.
¿Cómo saber qué valoramos?
Aquí es donde muchas personas se bloquean: “no sé lo que valoro”, “todo me parece importante”, “depende del momento”… Y es normal. No nos enseñan a pensar en valores, sino en logros. Pero si nos paramos un momento, podemos observar señales.
A veces los valores se revelan en lo que nos duele. Si me duele sentirme ignorado, probablemente valoro el vínculo. Si me frustra no avanzar en mi trabajo, quizás valoro el crecimiento o el sentido. Si me pesa mentir, probablemente valoro la honestidad.
Otras veces se revelan en lo que admiramos. ¿Qué tienen en común las personas que respetas profundamente? ¿Qué cosas, cuando las haces, te hacen sentir que eres tú, sin máscaras?
Reflexionar sobre esto no siempre da respuestas rápidas, pero sí empieza a afinar el oído interno.
Volver a ti
Cuando en terapia trabajamos con valores, no se trata de hacer una lista y ya. Se trata de empezar a mirar con más claridad qué tipo de vida queremos construir, y desde dónde estamos decidiendo. No se trata de cambiar de trabajo, de pareja o de ciudad necesariamente, sino de reconectar contigo mismo y ver si lo que haces y lo que vives está alineado con lo que realmente te importa.
Porque no hay brújula más potente que un valor bien reconocido.
Y si ahora mismo no sabes cuáles son los tuyos, no pasa nada. A veces el primer paso no es saberlo, sino empezar a hacerte la pregunta.
¿Necesitas apoyo profesional?
Si sientes que esta reflexión te ha resonado y necesitas explorar más a fondo tus valores, o si la ansiedad está afectando tu calidad de vida, estoy aquí para ayudarte.
Agenda una consulta